El contexto global de crisis energética y ecológica ha hecho que, desde hace varios años, estos temas se empiecen a hacer eco en varias disciplinas. La arquitectura no ha quedado al margen de ello. Es entonces cuando aparece el interrogante acerca de qué aportan nuestros edificios para contribuir en la mitigación de estos problemas. En este contexto, invadieron la escena global de producción arquitectónica edificios que atienden al problema con una alta dependencia tecnológica. Con el objetivo de atender los problemas del ambiente hay quienes olvidaron que la arquitectura puede asumirlos en una respuesta sintética, a través del entendimiento del lugar y la manipulación de la forma, la materia y la energía.
El presente texto es la síntesis de una reflexión hecha por Matías Taborda, en el marco del cursado de la Maestría en Arquitectura en la FADU de la Universidad Nacional del Litoral. Junto al estudio de otros casos del mismo valor, forma parte de un trabajo de investigación mayor en curso dentro del territorio de la Provincia de Misiones, Argentina.
A partir de aquí se plantea una discusión que tendrá suma utilidad si se la observa desde la comprensión de una estética medioambiental (Prieto, 2019) y no como una mera respuesta funcional a los problemas del clima. En relación a ello, esta reflexión indaga desde dos variables y mediante el estudio del Hotel de Turismo de Eldorado —que encuentra en la sombra un recurso de control climático— el alcance de esta afirmación. La primera, pone la mirada sobre la construcción material, morfológica y de los mecanismos de atención al clima que posee el edificio. La segunda, en la dimensión estética y atmosférica que estos generan en sus espacios.
El Hotel de Turismo de Eldorado, cuyos autores han sido Marcos Winograd, Víctor Sigal, Bernardo Sigal y César Vapñarsky, forma parte del conjunto de obras llevado adelante por el joven Estado de la Provincia de Misiones, en Argentina, declarado como tal en el año 1953. En el caso del hotel de turismo, el proyecto se adjudica por concurso nacional en 1957 y es inaugurado en 1963.
El ecosistema que albergaría estos proyectos presentaba una exuberancia natural a la que no se podía ignorar fácilmente. Esta región, denominada Selva Paranense, se caracteriza por su rica biodiversidad, vegetación de gran fuste, pronunciados accidentes topográficos y abundantes cursos hídricos. En este escenario, el clima, si bien es paradisiaco, puede llegar a ser hostil. Es así que las altas temperaturas (media de 21°C), las frecuentes lluvias (régimen pluvial de 1800 milímetros anuales), la alta humedad ambiente y la fuerte incidencia del sol; fueron los factores que condicionaron las actividades humanas y la arquitectura que las albergaría.
Al margen de que tuvieran un conocimiento profundo, o no, de las construcciones vernáculas de la región, los autores del hotel adoptan estrategias similares para contrarrestar la inclemencia del clima: construcción de sombras, fachadas livianas y permeables a los vientos predominantes, la disposición de vegetación que contribuye al confort térmico por evapotranspiración, grandes aleros que protegen de las lluvias y generan transiciones con el exterior, etc. Pero lo hacen de manera tal que le otorgan a la obra cualidades hápticas que superan lo visual y transgreden al tiempo.
Donde mejor queda ilustrado aquello de la adaptación al sitio y la integración de concepciones proyectuales pasivas es en el umbráculo del salón principal. El mismo está compuesto por seis sombrillas de madera, recurso muy emparentado al de los Hospitales en Corrientes de Amancio Williams (1948) y el Palacio Presidencial en La Habana de José Luís Sert (1955-1957). Pero mientras estos últimos recurren al hormigón, los autores del Hotel de Turismo de Eldorado, ante las limitaciones del contexto, recurren de una manera ingeniosa a construir estas sombrillas en madera. Los sistemas constructivos basados en este material son utilizados con mucha frecuencia en la región, debido a la gran disponibilidad de la materia prima.
Para la construcción de las sombrillas del hotel se optó por un sistema reticular. Uniendo las pequeñas piezas mediante placas nodales y varillas roscadas, medios de unión de muy bajo coste. En este caso no existe el entretecho como método de control térmico, como con Williams y Sert, así que aquella forma de mitigación se produce de dos maneras. La primera, mediante la ventilación cruzada bajo la base de la sombrilla, a través de aberturas ubicadas en las vidrieras que conforman el límite del espacio. Este es un cerramiento liviano en madera, que sólo es límite perimetral, ya que las cargas del techo las asumen las sombrillas. La segunda manera, y la de mayor innovación, es el aire incorporado en la propia sombrilla. Es que esta estructura reticular al revestirse, al interior con el cielorraso (madera) y al exterior con el material de cubierta (fibrocemento), encapsula el aire en su interior que produce el aislamiento térmico. Aire que está constantemente en renovación, gracias a que la cúspide de esta pirámide es un sombrerete que permite la disipación del mismo.
El hotel de turismo de Eldorado integra esa lista de edificios que muestran pertinencia con su lugar de implantación. Que supieron comprender las complejidades del entorno y sintetizarlas en una forma que media entre él y el ser humano. Como se ha hecho mención en la reflexión que precede, para el caso, esa forma no es meramente funcional al clima. Sino también a los valores inmateriales del contexto. Pues, la obra del Hotel de Turismo de Eldorado asume la complejidad de la arquitectura como hecho cultural. Y adopta aquí, para su resolución, un elemento predominante en su respuesta: la sombra.
En ese sentido, se puede decir que la sombra posibilita la aproximación a una estética medioambiental. Porque al estar presente su construcción desde el proceso de diseño, las decisiones de proyecto incorporan soluciones pertinentes que interceden entre el ser humano y el entorno. Logran el confort ambiental sin necesidad de recurrir, como sucede en edificios concebidos puramente desde lo visual, a factores exógenos al proyecto. Esto no debe entenderse como un falso fundamentalismo, en el que los edificios deban prescindir de los medios mecánicos de atención al clima. Sino como una invitación a que la gestión del confort ambiental esté dada desde el inicio del proceso del proyecto, mediante la manipulación de forma, materia y energía; y encuentre en estos un complemento y un argumento. Es acertado decir que, en relación a la obra estudiada, estamos en presencia de una aproximación de estética medioambiental.
Referencias
- Ábalos, I. (9 de marzo de 2007). Bertleby, el constructor. El País.
- Bastlund, K. (1967). José Luís Sert. Artemis Verlag.
- Capitel, A. (2005). La arquitectura del patio. Gustavo Gili.
- Han, B. (2018). Buen entretenimiento. Herder.
- Instituto Provincial de Estadísticas y Censos [IPEC]. (2015). Gran Atlas de Misiones. Posadas, Misiones, Argentina.
- Maestripieri, E. (2004). España y la Argentina en la arquitectura del Siglo XX: Mario Soto. Sociedad Central de Arquitectos.
- Melgarejo, D. (2021). Arquitectura Moderna en la Provincia de Misiones, Argentina (1940-1965). Un plan integral: territorial, urbano y arquitectónico. [Libro no publicado]
- Muller, L. (2014). Los hilvanes del sastre. Sistemas de techos altos en la arquitectura de Amancio Williams. Bitácora 28. Revista de la Facultad de Arquitectura, UNAM.(28), 4-17.
- Prieto, E. (2014). Máquinas o atmósferas. La estética de la energía en la arquitectura, 1750-2000 [Tesis doctoral, Universidad Politécnica de Madrid]. ¿Una estética de la energía?. Arquitectura Viva (128), 30-43 (2019). Historia medioambiental de la arquitectura. Ediciones Cátedra.
- Obrador. (1963). Hotel de Turismo en Eldorado. Revista obrador.
- Santángelo, M. (2013). Marcos Winograd, en las fronteras de la disciplina. Serie Urbana (20), 53-66.
- Tanizaki, J. (2016). El elogio de la sombra. Ediciones Siruela / Grupal Ediciones